jueves, 23 de abril de 2009

Hace diez años

Para mí, el año 1999 siempre será de especial y agridulce recuerdo. Fue en ese año que me licencié en la Universidad y acabó una etapa de mi vida. A bote pronto, recuerdo que se estrenaron en los cines cuatro películas extraordinarias que están grabadas a fuego en mi memoria: La Amenaza Fantasma, Matrix, Una Historia Verdadera y El Club de la Lucha. Acabó una década, la de los 90, que fue gloriosa musicalmente, y en la que mi formación autodidacta y mi personalidad se acabaron de definir por completo.
Curiosamente, el año del fin de milenio (una de esas polémicas estériles de salón de reuniones) había sido retratado de modo perturbador en la película de culto Días Extraños, de Kathryn Bigelow. Lástima que aún no se hayan inventado esos cascos virtuales tan resultones. 1999 fue el último año de aislamiento de mi ordenador: al año siguiente me iba a meter en Internet (con resultados que aún tengo que evaluar). Otras dos tecnologías aparecieron en mi vida poco después: el DVD y el teléfono móvil, que sigo desdeñando.
En ese año se estrenaba una de mis series de animación favoritas, Futurama (que singularmente hace más guiños a Star Trek que a Star Wars). Celebré el fin de año de manera muy parecida a Fry, el inolvidable repartidor de pizzas. Los que se acuerden del primer episodio de la serie sabrán a qué me refiero. Siempre recordaré esa frase de amargura con la que Fry despide el siglo XX mientras se toma una cerveza: "Por otro repugnante milenio".
Tengo un bonito póster en blanco y negro de Times Square. La imagen, por los anuncios y carteles que salen en ella, es del año 2000, e ilustra perfectamente lo que intento decir. Uno de esos carteles reza exactamente así (puedo verlo incluso desde aquí mientras tecleo): "We´ll try to do better next century". Adquirí ese póster hace pocos años en una casa de decoración que liquidaba. Mi acompañante me insistió para que comprara el otro de los pósteres de la colección que aún quedaban, a lo que me negué en redondo: era una foto de las Torres Gemelas.
Han pasado diez años y todo ha cambiado. Hay una guerra insidiosa e interminable con un oponente esquivo, es imposible distinguir a los amigos de los enemigos, la razón ha cedido poco a poco a los credos ancestrales y a veces, a la estupidez y el miedo. Hombres siniestros o ingenuos se aprovechan del panorama para acceder al poder. Hemos perdido la fe en nuestros antaño inmutables valores, y para colmo de males, una crisis financiera sin precedentes ha saltado como un tigre sobre las cabezas del mundo. Brindemos todos con Philip J. Fry por este repugnante milenio.

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