martes, 21 de abril de 2009

El mañana es hoy


Un cierto vacío me embarga ante la noticia de la muerte de James Graham Ballard, uno de los escritores a los que seguía regularmente, y que no ha tardado demasiado en perder la batalla contra el cáncer que anunció en los párrafos finales de su elusiva autobiografía, Milagros de Vida. Sé que proyectaba un libro de conversaciones con su médico, pero eso ya va a ser imposible, y probablemente es mejor que sea así.
Yo no sabía, cuando de pequeño fui a ver extasiado el estreno de la película de Spielberg, El Imperio del Sol, que aquel niño era real, y que luego se convertiría en un escritor famoso. Por entonces, me parecía una ficción maravillosa. Recuerdo que no se habló muy bien de la película, eso sí, era la época en que Spielberg aún era "aquel" director: a mí me encantó entonces como me encanta ahora. El guión de Tom Stoppard estaba basado en la parcialmente biográfica novela de Ballard, que narraba sus penurias en un campo de concentración japonés en Shanghai.
No tengo mucho apego a la primera parte de la obra de Ballard, esas novelas apocalípticas sobre Mundos sumergidos y de cristal, sobre sequías y catástrofes que tanto seduce a David Pringle. El autor británico se confiesa orgulloso, quizás pasmado, de la obra que marcaría el punto de inflexión, Crash, que en 1973 relacionaba los accidentes de coches con el sexo compulsivo. El argumento era portentoso, y la narración alucinada. Ballard dio con su tema, con el tema que lo convierte en el escritor de ciencia ficción más inquietante desde Philip Dick: el futuro es hoy.
Rascacielos sigue en esa línea: la lucha entre vecinos de un inmenso edificio que se convierte en el único mundo existente. Después de varios desvíos, me convertí en Ballardiano fiel con su trilogía de novelas sobre el presente inmediato. Noches de cocaína, Super-Cannes y Milenio Negro cuentan con variaciones una misma historia, oscura, que llama a nuestro subconsciente con ecos de nuestros impulsos primitivos atrapados en la jungla de cristal y cemento: no es posible vivir en el mundo moderno sin violencia.
J.G. Ballard es el profeta de nuestro tiempo. Su provocadora visión del presente ha iluminado nuestra realidad como una linterna policial en un accidente de tráfico. En su antología de ensayos, Guía del usuario para el nuevo milenio, quedan definidas algunas de las obsesiones de este soberbio autor: la muerte de Kennedy, la desilusión por el fin del proyecto espacial, la fascinación por el espacio mental, el surrealismo como inspiración. Cada vez que veo un Telediario, pienso en Ballard y su certero modo de ver el mundo.

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