domingo, 26 de julio de 2009

Sobre el azar


Uno debería salir a la calle bien armado con una moneda en el bolsillo derecho y un dado de doce caras, como los que se usan en los juegos de rol, en el izquierdo. Uno de los villanos más interesantes de Batman, Dos Caras, basa toda su vida criminal en la suerte. El asesinato, en este villano esquizoide, depende de lo que diga la moneda, te mataré si sale cara, vivirás si sale cruz. Es la versión más extrema e inmediata del tema en cuestión. Pero gran parte de nuestros actos contienen o dependen de variables que escapan a nuestro control: no sabemos realmente cual será el mejor plato del menú, ni qué mujer será la mejor para nuestras vidas, ni qué profesión será la que mejor se adapte a nuestras verdaderas capacidades. Solemos usar la intuición personal o el consejo de los demás, y como es natural, nos equivocamos a menudo.
Tenemos escaso dominio sobre los principales factores de nuestras vidas. No elegimos cuándo, ni dónde nacemos, y de ello se deduce que no elegimos a nuestra familia ni nuestras circunstancias de partida en la carrera. Los amigos que vamos a tener en la vida, una elección que suponemos nuestra, estarán forzosamente limitados, al menos hasta la madurez, a la zona geográfica de residencia. Por lo que se refiere a la pareja, allí donde los matrimonios de conveniencia son aceptados socialmente, como en la India, hay más felicidad para los individuos. Seamos realistas: si un hombre fuera Adán, no sería muy exigente con su Eva, y acabaría amándola por muchos defectos que tuviera. No busquemos la perfección, siendo nosotros mismos imperfectos, sino un acuerdo de beneficio mutuo.
Los adivinadores usan las mismas herramientas de los juegos de azar: naipes y runas que caen como dados. Por mucho que crean saber sobre nuestros destinos, no paran de barajar sus cartas. La lotería es una metáfora del éxito en esta sociedad moderna en que aparecer en televisión o vender más libros que los demás depende de muchas cosas menos del mérito personal. Como bien dice el Eclesiastés en 9,11 “no es de los más fuertes la guerra, ni de los más ligeros la carrera”. Hemos de inculcar a los pequeños que el esfuerzo da sus frutos, pero la fortuna influye no poco en la cosecha, mientras no aprendamos a controlar las tormentas. Poco es lo que depende exclusivamente de nosotros, y el orden que pretendemos establecer es sólo una combinación posible, y no necesariamente la más eficaz. Es presumible suponer, pues, que las decisiones tomadas por azar den un resultado igual o mejor que el que conseguimos eligiendo en base a nuestra supuesta sapiencia.

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