martes, 5 de octubre de 2010

El bufón es rey


A menudo me da por pensar que la locura es una amplificación de la cordura, ya que el caso contrario es mera estupidez. Así, cuando Calígula nombró cónsul y senador a su caballo favorito, lo hizo menos por capricho que por ampliación de la humillación al Senado que Augusto había comenzado. Era una forma de decirle a los miembros de un Senado sin poder alguno: “¡cualquiera puede hacerlo!” Por ello, no debe sorprendernos demasiado que, si Belén Esteban se presentara a unas elecciones generales, fuera la tercera fuerza más votada. Es un síntoma de que estamos en democracia, ya que ahora el pueblo toma el lugar de Calígula. Pero también es síntoma de lo degenerada que está la democracia.
¿Ha de sorprendernos? Belén Esteban es, al fin y al cabo, una persona que habla en el lenguaje del pueblo llano, ese pueblo cuya religión es el fútbol y sus altares caseros son los televisores. Podemos decir que los méritos de esta mujer son haber sido el receptáculo del semen de un torero mediocre, y ser el reclamo principal de la cadena de televisión más zafia de la galaxia catódica. No hay que desdeñar la conexión italiana: recordemos la memorable carrera política de la actriz porno Cicciolina, que estuvo dispuesta a hacer un trato sexual con Bin Laden. Algunos de los candidatos a las elecciones de California eran igualmente exóticos.
Pero, después de todo, ¿tenemos algo mejor? Hagamos un breve repaso. En España tenemos a un presidente que dice que “la tierra no pertenece a nadie, salvo al viento”, y que llama “desaceleración” a una caída al vacío. En Francia, el presidente es un mequetrefe con ínfulas racistas y aire de playboy. En Italia, siempre tan parecida a España, el líder es un sátiro mafioso y burlón que se mofa de las desgracias pasadas y presentes. En Alemania, tenemos a una maternal vaca que impone recetas inútiles a una crisis económica. En Inglaterra desfilan papagayos sin personalidad definida, mientras que en Rusia se va asentando una casta de oscuros funcionarios tiránicos con las manos ensangrentadas. Para rematar la faena, el líder del “mundo libre” es un tipo que apoya la construcción de una mezquita al lado de los restos de la Zona Cero.
Siempre me ha parecido irónico que uno de los grandes defensores de la democracia fuera Winston Churchill, quizás el mejor político del siglo XX, o al menos, el único que me inspira un cierto respeto. Pero ahí tenemos a China, desconocedora absoluta de las bondades del sistema representativo, y que camina con aire imperial hacia un destino de grandeza económica y poder estratégico crecientes, con niveles de bienestar cada vez mayores en la zona más poblada de la Tierra. Si el sistema democrático representaba un paradigma defendible, la existencia de una China próspera, y los síntomas de la degeneración en nuestras fronteras, son suficientes para plantearse un paradigma político nuevo.

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