martes, 5 de mayo de 2009

Días de furia


Mientras series como Perdidos van cayendo sin pausas en la extravagancia, o se aplaude cualquier cosa que venga de Ultramar (cuando, como siempre, la excelencia no abunda), la serie 24 mantiene, en su ya séptima temporada, un nivel de calidad envidiable. Ha habido cambios en la dirección y producción, vaivenes de rodaje por la huelga de guionistas, aplazamientos y demás, pero la serie más creativa de la televisión desde Los Intocables sigue sin decepcionar. La incorporación de guionistas de Star Trek (Brannon Braga, Manny Coto), o Expediente X (Howard Gordon, Alex Gansa), a los ya habituales asegura que las cosas se hacen bien hechas.
El secreto no es otro que ofrecer lo que siempre se ha ofrecido, sin autoparodias ni barroquismos: un comienzo electrizante, el constante vaivén entre las acciones de Bauer (y compañía) y las conspiraciones de palacio en la Casa Blanca, los topos y las muertes, el reloj con su constante tic tac, los villanos que son peones de otros villanos en un juego de cajas chinas, los giros imprevistos, y por supuesto, la planificación en pantalla múltiple, acción paralela y tiempo real que revolucionó la televisión y que sigue siendo tremendamente entretenida y efectiva para contar la lucha desesperada de unos hombres contra el terror sin fronteras.
Esta temporada, sin embargo, ofrece algunos valores añadidos. Desde el principio en que Jack Bauer es interrogado en el Senado, se ofrece en el séptimo día más difícil de su vida una autorreflexión sobre la validez de los métodos empleados por los agentes de la lucha antiterrorista. Bauer, especialmente él, se justifica muchas veces a lo largo de la temporada, y se humaniza más que en entregas anteriores, al estar en un entorno (el FBI) y una ciudad (Washington, que luce maravillosamente en sus enclaves más famosos y sombríos) que ya no le son propios. El pertinaz agente se encuentra más solo que nunca, lo que le hace apoyarse más en sus nuevos compañeros, sin perder su mortal eficacia. Nunca como en esta temporada ha sido tan difícil distinguir entre amigos y hostiles. Una reflexión muy adecuada en un momento de cambio y relevo político en el centro de poder mundial.
Todo ello enmarcado en una enrevesada trama que, como es habitual en la serie, refleja aspectos de la actualidad. El meollo gira alrededor de la aspiración al poder absoluto de una empresa de ejército privado, llamada Starkwood (en referencia a Blackwater, un poder en la sombra), que no confía en la capacidad del Gobierno (en este caso la presidenta es una afable mujer, recordemos que 24, esa serie tan conservadora en boca de algunos, fue pionera en poner a dos presidentes negros en la Casa Blanca) para defender los valores que representa. Una compañía encarnada en un villano interpretado con nervio de maestro por el gran cowboy de medianoche que fue y es Jon Voight. Las cosas se complican mucho, por supuesto, pero no desvelaré más.
La verdad es que me importa más bien poco el bombo que se les da a engendros adolescentes como Heroes, vacuidades sanitarias como Anatomia de Grey, chorradas como Gossip Girl, pantanos estancos como Prison Break, o series eficaces pero ya agotadas como CSI. La serie 24 sigue siendo, a siete años de su estreno, un referente mundial, y probablemente el papel más memorable de su torturado protagonista, un impresionante y esforzado Kiefer Sutherland al que anhelamos encontrarse con su padre en esta ficción que no lo es tanto. Que no pare, por favor.

2 comentarios:

  1. estoy completamente de acuerdo contigo en este articulo
    como la 5 temporada ninguna, y la 6 y 7 han bajado un poco la calidad pero sigue siendo cojonudamente buenas.
    Ya estoy deseando ver el final d la 7 ya q voy x el capitulo 14...

    Un saludo

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  2. La quinta fue la rehostia en vinagre, para mi tambien la mejor. ¿Vas por el 14, dices? Preparate para el 18. El final es casi tan impactante como cuando supimos que Logan estaba detras de lo de la quinta. En serio, me quedé helado en la silla, no te lo vas a esperar. ¡Saludos!

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