jueves, 12 de febrero de 2009

Contra la corriente


A raíz del visionado del anime "Hiroshima" (traducción de Hadashi no Gen), estoy releyendo el manga homónimo, que daría para mil reflexiones, pero me concentraré sólo en una. En el comic, admirablemente, el padre de la familia que vive en Hiroshima está en contra de la postura militarista del Gobierno japonés. Eso provoca que se burlen los vecinos tanto de él como de sus sufridos hijos, a veces con crueldad y saña.
Salvadas las infinitas distancias (porque aquéllos sí que fueron tiempos duros, y no otros), esto me ha hecho pensar en lo difícil que es mantener una opinión propia que está en contra de la mayoritaria, sobretodo cuando piensas que el sentido común te asiste. Cierto es que Jorge Luis Borges dijo felizmente que lo menos importante del mundo es tener razón. Da la casualidad de que vivo en una región fuertemente infectada (ahora menos) por el virus del nacionalismo.
Nunca he creído en los nacionalismos ni en las fragmentaciones, porque su ideario se basa en el cultivo de la diferencia, en la absurda creencia de que una comunidad tiene unos valores superiores a los de otra. Parece sencillo ¿verdad? Pues rebatir esta creencia (que adquiere acto de fe en muchos que se declaran ateos, lo que no deja de ser paradójico), a veces con pudor, siempre intentando respetar el punto de vista ajeno, me ha costado muchísimo a nivel personal.
Vivir en Cataluña es así de bonito a veces. La verdad es que he perdido amistades por no creer que los extremeños son menos trabajadores que los catalanes, por no creer que hay un hecho diferencial en esta bella región, por no creer que el castellano y el catalán sean excluyentes, por no defender un equipo de futbol que a mí no me da de comer, por no creer que merezcamos un estatuto y Murcia no. Por cuestionar estos puntos de vista, me han colgado etiquetas y adjetivos de todo tipo, y me han llamado de todo menos bonito. Y a veces, muchas veces, me he sentido extranjero en tierra extraña, más cuando observo que yo, nacido aquí, soy menos provinciano que muchos que no lo han hecho, cosa que por otra parte da igual. Personalmente, detesto el provincianismo, entiendo que es la justificación de cierta ignorancia básica respecto a ciertos asuntos.
Cierro esta entrada con una frase de Albert Einstein, cuyas investigaciones acabarían llevando a la bomba atómica que fue lanzada en Hiroshima y Nagasaki (recomiendo encarecidamente la lectura de ese comic): "El nacionalismo es una enfermedad infantil. Es el sarampión de la especie humana."

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