Que la crisis económica tiene características particulares en nuestro país no es discutible. Por supuesto, mucho tienen que ver la inoperancia de un Gobierno y unas circunstancias aciagas. Pero dejemos eso a los economistas, no me ocuparé de ese aspecto aquí. Hay un trasfondo detrás de todo esto, más siniestro aún si cabe, que explica en parte por qué hasta aquí hemos llegado, y también el motivo de que lo aceptemos sin más.
Ese trasfondo es indudablemente la idiosincrasia del ciudadano español. Algo molestó cuando Houellebecq dijo en "La posibilidad de una isla" que los españoles tenían algo parecido a una alergia a la cultura (aunque viajamos por ahí con la boina bien alta). En la magnífica película "El ocaso del samurai", el protagonista se alegra de que sus hijos aprendan a Confucio. "Nadie podrá convenceros de ideas que no sean vuestras", dice alegre.
La filosofía moral que ha cundido en nuestro país (y que explica por que George Soros ya dijera que España era particularmente vulnerable a la catástrofe) se resume en esa jocosa expresión de "el que venga detrás que arree". Quien podía, se compraba dos o más domicilios, no para ocuparlos, sino para sobrevalorarlos de cara a una futura venta. Era impensable que ese ciclo viciado tuviera un fin, pero lo tuvo. En una sociedad que cultiva el triunfo fácil y el dinero fácil, hacerse rico comprando pisos sin dar abasto era la solución para todo.
Todos sabemos lo que ha ocurrido. Ahora tenemos una crisis que nos conducirá a los cuatro millones de parados en este año, con toda probabilidad. Y nadie dice nada, lo cual también tiene una explicación particularmente siniestra. Sin referencias del pasado, sin otra ventana al mundo que unos medios de comunicación al servicio del Poder, las personas no leen a Confucio y pueden ser convencidas alegremente de cualquier cosa.
Hay un motivo aún más palpable por el que en España nos manifestamos por guerras lejanas y no movemos un dedo por las que tenemos en casa. Es una característica muy española, muy nuestra, que se resume en esa otra expresión castiza "ande yo caliente". Ahora mismo, 2 de cada 15 personas en España están en el paro. En Francia o en Alemania, hablaríamos de 15 personas indignadas. Aquí, regidos por un ancestral cultivo de la envidia, hablamos de 2 personas resignadas a su suerte y 13 que se alegran de no ser ellas.
Si a eso sumamos que todo lo que hace el Partido en el Poder (que de Izquierda sólo tiene el marco) está bien para una cierta mayoría de personas, ya tenemos la penuria moral instalada en nuestra sociedad enferma. Y pocas soluciones, más alla del "verlas pasar", encontraremos, si no hacemos un diagnóstico exacto de la enfermedad social que nos aqueja muy particularmente.
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