sábado, 14 de noviembre de 2009

Negro sobre blanco


No sólo de temas trascendentes vive el mundo. Hablemos del actor cansino por excelencia, el famoso, celebérrimo Will Smith. Ese tipo que canta raps de buen rollo, que va de buen rollo por la vida, que siempre sonríe y está siempre de buen humor. No me interesa la vida personal de nadie, así que la de los actores fíjense, pero detrás de esa mascarada tiene que haber algo. Seguro que los rumores que alguna actriz sembró sobre su comportamiento de divo en esa insulsa serie de Bel Air (repitan conmigo: no mitificaré las series de mi infancia) tienen algo que ver. No desdeñemos alguna que otra estupidez sobre sus consejos sexuales.
Lo que de verdad importa es su filmografía. Will Smith, un actor que hace de la consciencia de su negritud y de su humor blanco las bases esquizoides de su trabajo, siempre hace de sí mismo, un graciosete que de cuando en cuando se pone dramático o bueno. Esa consigna lo ha convertido en uno de los actores mejor pagados del mundo gracias a perlas como Independence Day, las dos de los Bad Boys, las dos Men in Black, o la atrocidad de la araña. En fin, todos pueden consultar la IMDB y hacer balance de la calidad de los proyectos en los que se mete.
Otra virtud (léase entre comillas) del simpatiquísimo negrete (eso valdría para otro personaje, pero ya hablaremos de eso en otra ocasión), es que, con su poder ejecutivo, ya es capaz de dictar los proyectos a su antojo, y el caso es que se ha vuelto especialista en destrozar clásicos de la literatura de ciencia ficción como Yo, Robot y Soy Leyenda. Sí, soy consciente de que Asimov y Matheson no son autores de la talla de Dante, ni falta que les hace, pero no se merecían tan flaco favor con esos dos artefactos que no se parecen en nada a su obra. Algunos de sus proyectos futuros (una precuela de Soy Leyenda, una secuela de Hancock, y una adaptación de Flores para Algernon) son para echarse a temblar.
Siempre hay una excepción, claro está. A falta de ver Ali (los biopics suelen aburrirme mucho), su interpretación más redonda está en En Busca de la Felicidad, una pequeña joya de un tal Muccino donde podemos ver que, si Smith se identifica realmente con su papel, hay esperanza para él. Y aquí lo borda, además la película está bastante bien. Muchos han dicho que es ingenua, o que la identificación de la felicidad con el dinero es simplista. Eso sólo lo dicen los pobres y los necios. Id a cualquier buen barrio de cualquier ciudad, y fijáos en las caras de la gente que está allí. No vivimos en un mundo de sueños, en el mundo real las cosas son como son. Una excepción a la regla que no admite fórmulas: director y actor quisieron repetir la jugada con Siete Almas (poster con la cara gigante del negrete, como en casi todas las suyas), y no les volvió a salir.

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