miércoles, 10 de junio de 2009

Bajo las ruedas


Nunca antes una serie de decisiones desafortunadas, cuando no directamente absurdas, se habían conjurado todas juntas para intentar acabar con un deporte tan poderoso como es la Fórmula Uno. No creo que fueran necesarios tantos desatinos, porque la crisis económica ya estaba golpeando duro, en patrocinadores, número de espectadores y sueldos varios, a uno de los deportes más elitistas y onerosos del mundo. Hasta el punto de que uno de los veteranos, Honda, anunció su retirada el 5 de diciembre de 2008. Y aqui empieza el escándalo.
Diversos capitostes manifestaron la intención de comprar la escudería para salvarla y remodelarla. Lo que no consigo entender es cómo consiguió Ross Brawn (ex director técnico de Ferrari y jefe de Honda) comprar el equipo por una miserable libra esterlina. A este brillante ingeniero se le ocurre entonces una idea genial: modificar la forma y el tamaño de los difusores (piezas traseras del coche que incrementan la aerodinámica y la adherencia) aprovechándose de un vacío legal en la normativa de la FIA.
Los resultados son espectaculares: una escudería nueva, basada en diseños antiguos, es ahora mismo la número uno, con una diferencia tal que las victorias de su primer piloto, Jenson Button, se han convertido en rutina. Y la rutina es aburrida en un deporte de alta competición. Primer gran error, no de Brawn, sino del gran protagonista en la sombra, el jefe de la FIA, Max Mosley, que parece más preocupado en montarse orgías filonazis con sus chicas que en salvar la cara de la competición que dirige. Mosley decidió no intervenir en el tema de los difusores.
La FIA, no contenta con esto, se saca de la manga que en el 2010 el sistema de clasificación por puntos favorecerá sólo a los pilotos que más victorias consigan, en lugar de a los más regulares. Un completo disparate que ha hecho que escuderías como McLaren o (peligro) Ferrari levanten el grito en el cielo. A fecha de hoy ambas han firmado para la temporada siguiente, y la implantación de la nueva clasificación está en suspenso. Pero poco ha faltado para que la competición se fuera directamente a la mierda.
Yo pienso, como Fernando Alonso ha manifestado sin rubor, que el coche influye mucho. Y como influye tanto, lo mejor sería darles a todos los pilotos de Fórmula Uno un mismo coche (un Ferrari con 25 difusores, a ser posible), para que se demuestre realmente quién es el mejor piloto en una especie de carrera de la muerte 2000. Seamos serios: lo mejor para este deporte tan entretenido es echar a Max Mosley de su puesto millonario y poner a una cabeza bastante mejor amueblada.

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