jueves, 25 de junio de 2009
Vientos de cambio
No es sencillo analizar lo que está pasando en Irán ahora mismo. Las complejidades de Oriente Medio siempre nos han desbordado a los occidentales, que rara vez nos movemos con fluidez más allá del ámbito local. Pero es importante hacerse eco de ello, porque tiene una cierta trascendencia histórica, en un país que no carece precisamente de ella.
Siempre he pensado que las personas tienen todo el derecho del mundo a elegir su infelicidad: cuando estás en dictadura, la infelicidad te viene impuesta y no la eliges. En Irán ha habido elecciones recientemente, pero no precisamente muy democráticas. De todos modos, la diferencia de votos entre Mahmud Ahmadineyad y Hossein Mossavi es lo suficientemente amplia como para justificar la victoria del primero. Ha habido fraude, pero no puede ser tan amplio.
No hay que engañarse: en lo esencial, los dos políticos comparten un mismo ideario, al menos en algunos asuntos determinantes en la zona. Se ha dicho que Israel quería a Ahmadineyad en el poder, con todo tipo de connotaciones acusatorias. La alta política se presupone libre de pasiones: Israel ya se siente bastante solo como para lidiar con un Irán que desea su exterminio con guantes de seda. Al malo, mejor identificarlo claramente.
No es de subestimar el papel que el extraño discurso de Obama en El Cairo ha jugado en todo esto: por un lado, abre las puertas al diálogo con el mundo islámico que Irán representa, y por otro reprocha oficialmente a Israel su política de asentamientos. No fue muy oportuno hacer estas declaraciones justo antes de unas elecciones en el país que quiere armarse nuclearmente en el plazo más breve posible. Si a eso añadimos que la sociedad civil iraní es una de las más modernas de los países musulmanes, una sociedad de ciudadanos anhelantes de apertura, tenemos el complicado panorama que se nos muestra.
Musavi ha jugado sus cartas. Aunque es presumible que perderá el pulso (Jamenei ya se ha pronunciado), la represión brutal del régimen a la población que se subleva juega a su favor, y lo sabe. El papel de Europa o de España aquí, absolutamente inane, coincide con el rol pasivo que Estados Unidos ha asumido, estando el gabinete prisionero de las palabras del presidente, que no puede apoyar a uno o a otro después de abrazar al régimen en su conjunto. Algún día, la democracia real llegará a Irán: es una pena, en todo caso, que las sociedades occidentales, así como sus iconos mediáticos, no puedan o no quieran ayudar al respecto.
viernes, 19 de junio de 2009
Noticias frescas
Le ha costado lo suyo admitirlo, pero finalmente Rupert Murdoch ha declarado que en un plazo breve la prensa escrita de papel desaparecerá. Lo bueno que tienen las crisis es que aceleran cambios que eran necesarios. La verdad es que ante la inmediatez y capacidad de Internet a la hora de ofrecer noticias, los periódicos de papel y las rotativas empiezan a parecer arcaísmos. Uno de los usos más universales de la Red es la oferta de noticias: es lo primero que hacemos antes de trabajar, mirar algún diario electrónico para ver qué ha pasado. Otra cosa es la importancia de lo ocurrido, o la necesidad de asimilar tantos sucesos inútiles, pero ese es un debate que no toca aquí.
En Estados Unidos ha cerrado ya la versión en papel del Rocky Mountain News, y el Philadelphia Inquirer está prácticamente en la bancarrota. El primero tiene 150 años de antigüedad y el segundo fue fundado en 1829. La situación general de la prensa escrita, en el país que mejor simboliza su poder, es bastante precaria. Solo que allí no se les ocurre pedir ayuda al Estado a costa del dinero ciudadano, a diferencia de aquí, donde gerifaltes multimillonarios que venderían a su madre lloran al Estado para que les dé nuestro dinero. Y sin embargo las cosas no son mejores en España: menos publicidad, menos ingresos. La gente ya no está interesada ni siquiera en los gratuitos (cosa que no me extraña, sólo ofrecen información basura). Hoy el mundo está a dos clicks de distancia.
Yo cuando leo las versiones digitales del Washington Post o el New York Times no me voy a encontrar diferencias significativas con sus versiones en papel: noticias abundantes de todos los rincones del mundo, análisis rigurosos y opiniones fundamentadas. En Iberia Inc. la cosa es más complicada: a pesar de que algunas versiones digitales están bastante bien diseñadas, la oferta de contenidos se centra mucho en lo frívolo y lo insustancial. Se supone que esa diferencia debería justificar la tala de árboles y el gasto de papel masivo que supone mantener los caducos periódicos de papel. Pero los periodistas (que a veces son las prostitutas de la literatura) se han olvidado de los blogs, que hacen la labor de análisis que ellos no quieren hacer.
La infraestructura necesaria para hacer un periódico digital es mucho más reducida que la necesaria para mantener un monstruo de quiosco. Hay periódicos digitales muy buenos, que quizás porque nadie les debe favores, están luchando por su supervivencia, mientras los dinosaurios siguen poblando una Tierra en la que hace tiempo que cayó el meteorito. Todo esto tiene mucho que ver con la libertad de prensa y esas cosas con las que muchos voceros se inflan la boca sin conocer exactamente aquello de lo que están hablando. Yo he dicho al respecto lo que tenía que decir, y he elaborado este breve nota consultando, cuando lo he necesitado, prensa de Internet para respaldar los links y mi información. Si tuviera que hacerlo de otro modo, me llevaría por lo menos una semana.
viernes, 12 de junio de 2009
Alien Nación
No contesto nada, perdido en mi laberinto privado, y pienso en otras cosas: mandamientos de pagos, ofertas de valores, ESOPs, LBOs, IPOs, financiaciones, refinanciaciones, obligaciones, apropiaciones, poderes, 8–Ks, 10–Qs, bonos basura. PiKs, GNPs, el IMF, multimillonarios, Kenkichi Nakajima, infinidad, infinidad, hasta dónde podría llegar el lujo, finanzas, si cancelar mi suscripción a The Economist, el día de Nochebuena de cuando yo tenía catorce años y había violado a una de nuestras criadas, inclusividad, envidiar la vida de alguien, si es posible sobrevivir a una fractura de cráneo, esperas en aeropuertos, contener un grito, tarjetas de crédito y pasaportes y un sobre de cerillas de La Cúte Basque salpicadas de sangre, superficie, superficie, superficie, un Rolls es un Rolls es un Rolls. Para Evelyn nuestra relación es amarilla y azul, pero para mí es un sitio gris, a oscuras en su mayor parte, bombardeado, las secuencias de la película del interior de mi cabeza son constantes fotogramas de piedras y todos los idiomas que se oyen resultan totalmente desconocidos, el sonido se va y viene sobre nuevas imágenes: sangre que sale de cajeros automáticos, mujeres que dan a luz por el culo, fetos congelados o perturbados (¿qué es eso?), cabezas nucleares, miles de millones de dólares, la destrucción total del mundo, una persona apaleada, otra persona que muere, a veces sin sangrar, con mayor frecuencia por disparos de fusil, asesinatos, estados de coma, la vida vivida como un serial, un lienzo en blanco que se convierte por sí solo en un serial. Esto es una celda de castigo que sólo sirve para revelar mi propia capacidad para sentir severamente deteriorada. Yo estoy en el centro, fuera de tiempo y lugar, y sin nadie que me identifique. De repente imagino el esqueleto de Evelyn, retorcido y acurrucado, y eso me llena de alegría. Me lleva mucho tiempo responder a su pregunta –¿adónde vas?–, pero después de un sorbo de oporto y de la cerveza seca, despertando, le digo, al tiempo que me pregunto: «¿Si fuera un autómata de verdad qué diferencia habría?»
Bret Easton Ellis, American Psycho (1991)
miércoles, 10 de junio de 2009
Bajo las ruedas
Nunca antes una serie de decisiones desafortunadas, cuando no directamente absurdas, se habían conjurado todas juntas para intentar acabar con un deporte tan poderoso como es la Fórmula Uno. No creo que fueran necesarios tantos desatinos, porque la crisis económica ya estaba golpeando duro, en patrocinadores, número de espectadores y sueldos varios, a uno de los deportes más elitistas y onerosos del mundo. Hasta el punto de que uno de los veteranos, Honda, anunció su retirada el 5 de diciembre de 2008. Y aqui empieza el escándalo.
Diversos capitostes manifestaron la intención de comprar la escudería para salvarla y remodelarla. Lo que no consigo entender es cómo consiguió Ross Brawn (ex director técnico de Ferrari y jefe de Honda) comprar el equipo por una miserable libra esterlina. A este brillante ingeniero se le ocurre entonces una idea genial: modificar la forma y el tamaño de los difusores (piezas traseras del coche que incrementan la aerodinámica y la adherencia) aprovechándose de un vacío legal en la normativa de la FIA.
Los resultados son espectaculares: una escudería nueva, basada en diseños antiguos, es ahora mismo la número uno, con una diferencia tal que las victorias de su primer piloto, Jenson Button, se han convertido en rutina. Y la rutina es aburrida en un deporte de alta competición. Primer gran error, no de Brawn, sino del gran protagonista en la sombra, el jefe de la FIA, Max Mosley, que parece más preocupado en montarse orgías filonazis con sus chicas que en salvar la cara de la competición que dirige. Mosley decidió no intervenir en el tema de los difusores.
La FIA, no contenta con esto, se saca de la manga que en el 2010 el sistema de clasificación por puntos favorecerá sólo a los pilotos que más victorias consigan, en lugar de a los más regulares. Un completo disparate que ha hecho que escuderías como McLaren o (peligro) Ferrari levanten el grito en el cielo. A fecha de hoy ambas han firmado para la temporada siguiente, y la implantación de la nueva clasificación está en suspenso. Pero poco ha faltado para que la competición se fuera directamente a la mierda.
Yo pienso, como Fernando Alonso ha manifestado sin rubor, que el coche influye mucho. Y como influye tanto, lo mejor sería darles a todos los pilotos de Fórmula Uno un mismo coche (un Ferrari con 25 difusores, a ser posible), para que se demuestre realmente quién es el mejor piloto en una especie de carrera de la muerte 2000. Seamos serios: lo mejor para este deporte tan entretenido es echar a Max Mosley de su puesto millonario y poner a una cabeza bastante mejor amueblada.
miércoles, 3 de junio de 2009
Holmes en pantalla
Sherlock Holmes comparte con Drácula, y en menor medida con Tarzán, una capacidad icónica que trasciende cualquier intento de explicación. De Holmes hay unas 200 películas filmadas y varias series de TV, y yo sólo voy a comentar las que conozco. Empecemos con una modélica versión de El Perro de los Baskerville filmada por Terence Fisher para la Hammer con Peter Cushing como protagonista. He de decir al respecto que es una versión fiel y atmosférica, de aire fantástico, y con el intérprete idóneo.
No soy un admirador del ciclo de films de Holmes que tuvo a Basil Rathbone y a Nigel Bruce como protagonistas: les concedo el encanto, pero también el defecto de ser antiguos, y por otra parte no dejan de ser pastiches bien elaborados, que hacen las delicias de la crítica cinematográfica, pero irritan al buen lector de Conan Doyle. Hay una película que enfrenta al investigador con Jack el Destripador que está bastante bien, Asesinato por Decreto, con Christopher Plummer y James Mason al frente. La variación es interesante, yo no tengo dudas de que Jack hubiera caído en manos de la justicia caso de que Scotland Yard hubiera tenido a gente verdaderamente competente, y lo siento por Fred Abberline.
La gran obra maestra es quizás la más cruel. La Vida privada de Sherlock Holmes, de Billy Wilder, le da un varapalo realmente duro al mito, pero entre líneas puede verse el enorme cariño que el director le tiene al personaje. Un análisis de esta maravilla excedería el límite que quiero imponerme en esta nota. Sólo he de añadir que admiro el trabajo de Robert Stephens como Holmes, que le da el toque melancólico exacto, y que la música de Miklos Rozsa es inenarrable.
Sin embargo, el gran actor Holmesiano es el televisivo Jeremy Brett. La serie televisiva de Granada Television es, a mi entender, la perfecta traslación de la obra policiaca de Conan Doyle al terreno audiovisual. Brett añade a una fisonomía aventajada (y trabajada) unos manierismos que casan perfectamente con Holmes: la identificación es absoluta. Los episodios de la serie, que recorren casi la totalidad del ciclo, recogen con escrupulosa fidelidad y ambientación británica las múltiples sugerencias del material original. Y Edward Hardwicke es asimismo el Watson idóneo.
Hay una interesante serie animada a cargo del gran Hayao Miyazaki, con Holmes como sabueso. Demasiado centrada en Moriarty, goza de una animación notable, aunque superada por esa pequeña gema de la Disney, Basil el Superdetective Ratón, rodada por los directores de la futura Tiana y el Sapo (ahí queda eso de las traducciones). Y para concluir, no está de más revisitar El Secreto de la Pirámide, una mediana pero resultona hipótesis sobre la juventud de Holmes y su amigo Watson, con efectos especiales por ordenador y todo. Mejor no hablo de la próxima versión de Guy Ritchie sobre el tema, con Robert Downey y Jude Law. Para echarse a temblar.
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