martes, 15 de febrero de 2011

Pagan para gozar


Voy a corregir un error en el que he incurrido durante mucho tiempo. Confío en que no sea la primera vez que lo haga, por cierto. Es un error compartido, claro está, y consiste en creer que el arte es algo reservado sólo para determinadas personas. Este elitismo, que se agazapa detrás de la mayoría de la gente que se considera culta, es una forma de racismo intelectual, y un desacierto monumental, como intentaré demostrar en breves líneas.
Los artistas no trabajan para los críticos, que son los principales abogados del elitismo, sino para el éxito. El arte sólo existe para su público, y todo escritor, pintor o músico quiere llegar a la mayor parte de público posible. Por un lado, para ganar dinero (hay que recordar a Samuel Johnson en esto), y por otro, el más noble, para hacer más feliz la vida de muchas personas.
Con el tiempo y la edad, me he distanciado de algunos eminentes críticos, de los cuales no mencionaré el nombre por respeto a la concepción de Oscar Wilde de que un buen crítico es a su vez un artista. Porque no hay nada obligatorio en el arte. El público paga, y por el mero hecho de hacerlo ejerce la más sabia de todas las críticas. El cine es un buen ejemplo. La finalidad de una buena película es, simplemente, entretener.
Hay quien piensa que limitarse a entretener es sencillo. En realidad, es lo más difícil y agradecido al mismo tiempo. La música de Mozart jamás fue pensada para que la escucharan sólo los aburridos nobles. Shakespeare siempre fue un artista del pueblo, nada más y nada menos. Todo el mundo leyó y sigue leyendo a Dickens y a Victor Hugo. Los cuadros de Chagall y las películas de Hitchcock tienen una audiencia universal que no distingue de clases.
El divorcio entre los artistas y el público casi ha liquidado a la pintura. Pero si me centro en la lectura, no puedo evitar observar que la literatura está más viva que nunca, por el mero hecho de que nunca antes ha habido tantas personas con la capacidad de leer. Los críticos que se escandalizan con la popularidad de J.K. Rowling y de Stephen King debieran recordar que lo mismo se dijo en su tiempo de los autores que tanto admiran.

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