sábado, 3 de julio de 2010
Tiempo de parar
El Verano, cuyo comienzo astronómico ha coincidido casi exactamente con su comienzo real, es la estación del año en que resulta más difícil pensar. No es sólo el achicharrante calor, que derrite cualquier buena intención de sacar algo decente, sino la complicidad profunda de la humanidad, el ponerse de acuerdo todos en coronar como reina de la fiesta a la banalidad pura y dura.
Estímulos no faltan, porque los mercaderes ya no descansan ni en Agosto. Pero la capacidad de absorber esos estímulos disminuye casi a cero. Después de todo, el ser humano no es tan homeotermo como se dice. Si sales a cualquier calle, ves lo que William Gull decía en From Hell: an elicit display of sex. El sexo es tan palpable, la piel está tan expuesta, y hace tanto calor, mi amol, que los instintos más primarios sustituyen a cualquier otro. Hay que ir de fiesta en fiesta hasta reventar.
En la prensa no hay noticias que valgan la pena, si es que las hay alguna vez. El deporte ocupa las portadas mientras la gente muere en tierras remotas y frías, mujeres sin alma nos miran desde las fotos de los paparazzi como sirenas susurrantes, el olvido de todo se instala en el disco duro colectivo, los adinerados se retiran como hienas a sus cuarteles, y los pobres tontos creen a veces que no son pobres, y se vuelven doblemente tontos.
En Verano, el cerebro hiberna. Siendo precisos, hiberna casi todo el año, pero es en el estío cuando la mente nos dice, como a Homer Simpson, "ya tuve suficiente, y me voy". Y los cuerpos, meros apéndices, nos trasladamos también a algún lugar distante de casa donde abundan los mismos ruidos, el mismo espectáculo, la identidad de las mezquitas y las iglesias que decía el buen Pessoa. Madre que será lo que quiere el negro.
El desierto, esa tierra limpia, es la metáfora y la antítesis de la estación. Quizás es el único sitio al que vale la pena irse en Verano. Porque para los que se quedan y necesitan un mundo de orden y algo de razón, esta estación es un desierto que hay que atravesar hasta que a finales de Agosto se consuman las operaciones de retorno, el Otoño asoma por la ventana, la gente vuelve a su falsa actividad, y las flores del pensamiento abren sus pétalos.
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