domingo, 14 de marzo de 2010

El templo en ruinas


Es célebre la cita de Rudyard Kipling de que "Oriente es Oriente, Occidente es Occidente y jamás se encontrarán". Pero no es menos conocido que Kipling viajó a Japón, y que ya observó signos ominosos de modernidad inglesa. Hoy Japón es un país muy contradictorio y bastante poco oriental, todo sea dicho. Entre el patético suicidio de Mishima y las colas en las tiendas Apple en Ginza ha pasado tan sólo un suspiro. William Gibson veía el futuro en ese país borracho de tecnología, pero Gibson no elogia ese futuro.
La legítima atracción por la riqueza y la modernidad ha alcanzado a otros países de la costa del Pacífico, que ahora mismo, en términos económicos, es una de las más vivas del mundo. No tengo nada que añadir a lo que pasa en China, el gigante está a la vista de todos. Corea del Sur y Taiwán son otros ejemplos de la conversión que está sufriendo ese Oriente antaño inescrutable a los valores de nuestro mundo moderno. La India, ese país tan diverso, está ya aporreando con firmeza las puertas del club.
En líneas generales, es para estar contentos, pues no hay nada más odioso que la pobreza. Y sin embargo, no puedo dejar de pensar en lo que este proceso, cuyas consecuencias políticas me importan un rábano, significará para las corrientes espirituales, todas ellas admirables, que en Oriente nacieron y que probablemente irán muriendo poco a poco: el hinduísmo, el taoísmo, el confucianismo y el budismo. Las conozco muy superficialmente, del mismo modo que las conocían los hippies de los sesenta, pero no recuerdo que ninguna de ellas alabara las virtudes de los millonarios.
Raimon Panikkar, que las conoce mejor que nadie, comenta que en esos países en que vivió tantos años no hay castigos morales a la riqueza. También llegó a decir, con una sonrisa cansada, que la gente se da cuenta de que no podemos caer más bajo. En su gran sabiduría, Panikkar se mostraba optimista al meditar que ese era el germen de una nueva conciencia global. A mí, que soy el menos sabio de los seres, la palabra global me asusta. Perdida casi ya la espiritualidad en nuestras tierras, asisto desalentado a un presente en que las enseñanzas de tantos maestros lejanos empiezan ya a dejar de ser escuchadas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario