jueves, 22 de octubre de 2009
Arriba y abajo
Todo estudiante de Ciencias sabe que una inmensa cantidad de fenómenos naturales se rigen bajo una estructura cíclica. El clima atmosférico, la dinámica evolutiva, la órbita de los planetas, la menstruación y la regulación del sueño son unos pocos ejemplos conocidos y representativos. Es muy interesante, pero dejemos a los investigadores ocuparse del tema con sus batas y sus instrumentos. Lo que realmente me intriga es que también hay ciclos en casi todos los procesos sociales, a los que es muy difícil encontrar una explicación en un laboratorio.
Aunque sólo sea por el refranero, recordamos el sueño que un faraón tuvo, y que Jacob interpretó. Siete años de vacas gordas y siete de vacas flacas. Que cada uno le dé a esa historia el crédito que le quiera dar, pero lo cierto es que la actividad económica (que depende de miles de decisiones tomadas por miles de individuos) sigue exactamente la regla. Años de prosperidad, y años de escasez, igual que en la cosecha de Egipto. La actualidad es difícil de interpretar, pero en cualquier caso confirma que no hay gran diferencia entre los tulipanes y las viviendas.
En la famosa obra Julio César de Shakespeare, Bruto afirma que "existe una marea en los asuntos humanos". Por más denodados que sean nuestros esfuerzos, no siempre nos va a ir bien. Todos conocemos las malas y las buenas rachas. Podemos combatir las malas y aprovechar las buenas de acuerdo a nuestro carácter, pero no podemos hacer nada por predecir cuándo van a venir, o por evitar que en ciertos años liguemos como locos y en otros no acuda la abeja a la flor. La tristeza y la alegría se llevan de la mano igual que la Luna y el Sol, y como no todos somos estoicos, estamos sometidos a los caprichos de la rueda de la fortuna.
En el estudio histórico también se dan estos ciclos. La decadencia de Roma empezó justo después de la muerte de Marco Aurelio, uno de sus mejores emperadores. El reinado de Salomón llegó a ser tan espléndido que agotó al pueblo a impuestos, y a la larga condujo a la división. Y cuando la vieja Europa estaba hundida en su hora más oscura, el alba del Renacimiento y la era de las exploraciones la levantaron de forma rotunda y perdurable. Pero Merlín le aconsejó al rey Arturo estar alerta, pues cuando las cosas están mejor, es cuando empiezan a empeorar, y así suele ser.
Tengo una posible explicación para estos ciclos humanos, aunque no pasa de intuitiva. La condición humana funciona por la misma inercia que formuló Newton. El hombre es una criatura luchadora, y de esa lucha salen sus mejores logros. Pero cuando las cosas nos van bien, la euforia nos domina, y tendemos a creer que siempre irán así. Con el disfrute de la recompensa llega la pereza, y de la falta de atención y trabajo vienen las calamidades. "La culpa, querido Bruto, no está en nuestras estrellas, sino en nosotros mismos", dice Casio en la obra antes mencionada.
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