sábado, 28 de agosto de 2010

El último sabio


La primera vez que vi a Raimon Panikkar de un modo consciente fue en un programa en que éste iba desmontando sin tregua casi todas las afirmaciones de su entrevistador Fernando Dragó. Fue memorable ver cómo la erudición se estrellaba contra la sabiduría. Vi a Panikkar otras tres veces más por televisión, con su perenne sonrisa y su extremo rigor, su vestidura y piel hindúes, sus siempre meditadas palabras.
Luego leí y supe cosas de él. Que recibía visitas en su casa de Tavertet, donde vivía rodeado de sus libros, y de poco más. La televisión e Internet le eran ajenos, pues mantenía un sano y sólido escepticismo frente al progreso técnico. Como siempre nos interesa, chafarderos que somos, lo personal, supe también de las disputas con su hermano Salvador, que fueron finalmente resueltas. La foto de los hermanos abrazándose me emocionó.
En Panikkar conviven de un modo prodigioso las filosofías y saberes de Occidente y de Oriente. Probablemente, teníamos en él al mejor orientalista de Europa: todas las religiones pacíficas de aquellas regiones calaron hondo en él, quizás a raíz de su prolongada estancia en la India, y su fértil estudio. Siempre simpaticé con un hombre de tan honda espiritualidad, tan alejada de cualquier forma de fanatismo. Siempre admiré la felicidad que transmitía.
Recuerdo ahora muy particularmente una entrevista que dio en TV3, ante un economista muy respetuoso. Se le veía cansado, pero su espíritu operaba de modo deslumbrante. Habló con seriedad sobre el fundamentalismo católico, sobre antiguas culturas, y a instancias del entrevistador, sobre algunas cuestiones de actualidad. "Estem tocant fons, però la gent se n´adona". Su fe en la humanidad siempre fue firme e incontestable.
Se está publicando, en edición minoritaria, su opera omnia en bellos volumenes editados por Fragmenta. Es una obra monumental y muy densa, ante la que uno se siente insignificante. Pero creo que Raimon Panikkar era un hombre esencialmente oral. Amaba la conversación, y siempre abogó por eso mismo, un encuentro amistoso entre todas las religiones y culturas, que son una misma. En estos tiempos confusos, Panikkar no ha muerto. Sigue velando sobre nosotros con una sonrisa eterna.